En plena era de las dietas restrictivas y las freidoras de aire que prometen milagros culinarios sin una gota de aceite, el sur de España resiste como el último bastión de una tradición milenaria: la fritura perfecta del pescado. Un arte ancestral que los fenicios y romanos ya practicaban en las costas andaluzas y que hoy, entre Málaga, Sevilla y Cádiz, alcanza cotas de excelencia que trascienden lo meramente gastronómico para convertirse en seña de identidad cultural.
El Arte Milenario que Conquistó Japón
La fritura andaluza no es solo una técnica culinaria; es memoria histórica convertida en sabor. Ángel León, el reconocido chef del mar, lo define con precisión poética: «Freír bien es un arte humilde pero sagrado. Es el sonido del mar cuando llega a la orilla convertido en cocina». Esta sabiduría popular, transmitida de generación en generación, encontró eco en el lejano oriente cuando los misioneros jesuitas del siglo XVI llevaron a Japón las técnicas del rebozado, dando origen a la venerada tempura japonesa.
José Manuel Gaztelu, presidente de la Academia Andaluza de Gastronomía, explica que aquellos religiosos enseñaron a los japoneses a crear una capa protectora de harina que mantuviera el pescado jugoso durante la fritura. Paradójicamente, mientras en Japón esta técnica se elevó a categoría artística, en España ha sido históricamente considerada «cocina menor», a pesar de su complejidad y refinamiento.
Los Guardianes de la Tradición
En el Bar FM de Granada, Paco Martín y Rosa Macías llevan más de cuatro décadas perfeccionando su técnica. «El truco está en saber calcular el tiempo exacto para cada pieza», revela Martín mientras observa a Rosa, quien fríe «de oído», escuchando el burbujeo del aceite para saber el momento preciso de retirar cada pieza. Utilizan harina de panadero y aceite de oliva de primera calidad, trabajando en pequeñas freidoras de cinco litros donde cada boquerón, puntillita o pijotas recibe atención individualizada.
En Caleta de Vélez, El Saladero representa la continuidad familiar. Los hermanos Juan de Dios y Leticia Jiménez, cuarta generación al frente del negocio, mantienen viva la filosofía de sus abuelos: «Aceite limpio cada día, harina de trigo de calidad y freír con paciencia». Su madre, Purificación Molina, con casi seis décadas de experiencia, sigue siendo la maestra indiscutible que reconoce por el sonido cuándo el pescado alcanza su punto perfecto.
Innovación y Respeto por la Tradición
La nueva generación de cocineros andaluces no renuncia a sus raíces, pero las reinterpreta con creatividad. José Calleja, chef sanluqueño afincado en Madrid, ha creado en Surtopía una embajada de la fritura gaditana donde los boquerones se bañan en tempura de manzanilla o amontillado. «El secreto está en que el producto esté bien seco y enharinado justo antes de freír. La harina crea una película exterior que protege al pescado», explica mientras supervisa cada detalle del proceso.
Paco Morales, desde su restaurante cordobés Noor con tres estrellas Michelin, eleva la fritura a categoría de alta cocina: «Una fritura excelsa es aquella fina, donde el aceite de oliva virgen extra da matiz pero no empapa ni mata el producto». Su rodaballo a la romana, pintado con especias morunas, ejemplifica cómo la tradición puede dialogar con la vanguardia sin perder su esencia.
Desde Ibiza, el sevillano Rafa Zafra lleva esta técnica al extremo en Jondal, friendo piezas enteras como rodaballos o escorporas. «Nada guarda mejor el sabor del mar que una fritura bien hecha», afirma, defendiendo las cocciones rápidas a temperaturas muy altas que sellan el exterior mientras conservan la jugosidad interior.
La fritura andaluza resiste como testimonio vivo de que algunas tradiciones mejoran con el tiempo. En cada bar de barrio, en cada freiduría de mercado, late el corazón de una cultura que se niega a sacrificar el sabor en el altar de las modas dietéticas. Como bien dice Borja Beneyto: «Son lugares que entienden que el producto manda«. Y en esa humilde verdad reside la grandeza de un arte que comenzó con los fenicios y que hoy, miles de años después, sigue emocionando paladares en todo el mundo.